Sus raíces, su idiosincrasia, …

Aquellos algarrobos
me oyeron cantar,
junto a la noble muerte
y el noble mar.

(De «Entre el clavel y la espada», de Rafael Alberti)

Perfil biográfico

En 1926 amaneció a la vida un niño pobre en una familia pobre de la zona minera de la Cuesta de Gos, cerca de Águilas (Murcia). Fue un niño yuntero que ayudaba en cualquier labor que fuese menester procurando para la familia un trozo de pan. El padre, minero, tuvo que abandonar una mina ya estéril y tomar el amargo camino de la emigración hacia Barcelona para volver con el hambre a cuestas y tomar a la familia, rosario de necesidades, y enfilar camino de Madrid, donde les sorprendió la contienda fratricida. Paquico se protegía de las bombas junto con su familia en unos sótanos de la casa de Menéndez Pidal, cuyas paredes estaban sembradas de libros. Aquella alucinación, tanto libro, tanto saber, sería decisiva para el genial actor. Caían los obuses y Paco leía como ajeno a la desgracia, absolutamente asombrado de los mundos que encerraban los libros de aquella biblioteca.

El hambre y el tronar de las bombas sobre la capital obligaron a la familia a retornar a la Cuesta de Gos, volviendo a Madrid cuando la contienda dejaba paso a la cruel postguerra. Con quince años Paco se buscaba la vida de chamarilero, de vendedor de golosinas, tabaco, novelas pornográficas etc. Se colocó en una fábrica de chocolates durante un tiempo hasta que con dieciséis años «recomendado» por el Padre Maximiliano Sardón, un cura por el que siempre mostró Paco su respeto y gratitud, entró como electricista a los estudios Chamartín, donde el mundo del celuloide se le introdujo en las venas y ya nunca se separaría de su misma sangre.

Desde muy niño Paco Rabal gustó de fantasear (llevaba la interpretación dentro de su ser) y nunca perdió su inmenso afán por saber. Ese espíritu obsesivo le llevó a ser nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia sin tener titulación académica alguna, algo insólito entre los encorsetados límites del mundo universitario. Paco era un sabio, pero de una sabiduría natural, espontánea, auténtica. La experiencia de su vida le había conferido más conocimientos y mayor sentido común que cualquier titulación oficial. Y sobre todo, la sencillez de su carácter fue el pasaporte que le abrió el corazón de los paisanos de a pie y de los grandes nombres de la intelectualidad, Dámaso Alonso o Ramón Menéndez Pidal entre otros. Especialmente Dámaso Alonso vio en aquel muchacho una avidez por aprender y un especial sentido para el teatro y la poesía, de modo que le prestaba libros y dirigía sus primeras lecturas ordenadas y realmente provechosas, amén de ofrecerse a costearle una academia, ya que Paco le había llevado unos versos que, escritos con quince años, ya tenían algo especial que supo ver el eminente poeta y filólogo.

Hoy su efigie de bronce reposa a la fresca sombra de un almendro que mira sereno y floreciente a la mina donde jugó Paco Rabal con su infancia.

Escultura de Paco Rabal en la ermita de la Cuesta de Gos bajo un almendro
Escultura de Paco Rabal en la ermita de la Cuesta de Gos bajo un almendro